«Tres días. Vivimos en un mundo de prisas, de sociedades en crisis, de saturación. Parecemos impasibles, pétreos ante cualquier provocación. Y sin embargo tres días pueden servir para cambiarlo todo.
Tres días llenos de miradas amigas, de fe, de revelaciones y de sonrisas. Tres días capaces de ayudar a encauzar algo tan grande como un Proyecto de Vida.
¿Te lo puedes creer? Tal vez si no lo hubiese vivido, también dudaría. Pero las cosas suceden cuando menos lo esperas. Te sorprenden y te insuflan vida, como si te encendieran. Todo puede cambiar incluso en un segundo cuando tienes el corazón abierto a la VIDA con mayúsculas.
Volvimos a ver rostros conocidos con nuevas alegrías que compartir a cada gesto. Volvimos a sentir codo con codo el calor que da la comunidad, la familia que uno elige con la ayuda de Dios. Volvimos a Ser, a Creer, a Escuchar y a Compartir. Volvimos a encontrarnos y a encontrar a Dios en cada minuto de esos tres días, que llegaron entre el caos de la rutina, como un abrazo gigante capaz de calentarlo todo.
Es maravilloso e inquietante ver cómo Dios decide hacer las cosas. Cómo alienta los sentidos, despeja las brumas pasajeras y lanza un dardo de Palabra directo al corazón, capaz de volver una y otra vez a desnudar el alma.
Terminaron los tres días, eso es cierto. Pero no vamos a dejar que queden ahí. Salimos con nuevas esperanzas, nuevas oraciones y nuevas respuestas, incluso algunas a preguntas que no sabíamos formular. Salimos con nuevos lazos, y nuevas manos abiertas a la ayuda, que se tienden con amor. Salimos con energía, cargados de sonrisas perennes que no morirán ningún invierno.
Salimos con la brújula y el mapa. Ahora nos toca a nosotros, con fe, esperanza y amor, paso a paso, emprender el camino y llevar a cabo el Proyecto de nuestra vida.»
María Latorre
